La pasteleria
Llegamos sobre la media noche a la puerta del club , la fachada es de color blanco con un enorme letrero en letras negras, el nombre: “ La pasteleria”
Simple sin màs adornos y nada superfluo.
Una pequeña ventana en la puerta principal se abre y alguien desde dentro nos pide la contraseña.
Solo podiamos entrar si la conocìamos, mi acompañante, un encantador e inquietante Dom es amigo personal del dueño. Mientras entràbamos en el local un señor elegantemente vestido nos da la bienvenida, se presenta como Odin, el gran dios de los Vikingos. Extrañada preguntè a mi acompañante sobre tal peculiar circunstancia.
- en el mundo del BDSM , todos tenemos un avatar y elegimos segùn preferencias para mantener nuestro anonimato asi como tambièn forma parte del juego.. Cuàl serà el tuyo? este es un mundo de fantasia y nuestros nombres reales quedan de la puerta para atràs.
Pensativa dude por unos segundos, no lo tengo claro.
Entonces viene a la mente mi personaje, la salvaje y ambigua Beatriz. No hay dudas esta noche serè ella, Lady Beatriz “ La mujer frente al espejo”.
Una vez hechas las presentaciones no sentamos en la barra del bar a tomar una copa.
Observè a mi alrededor curiosa, era un local sin dudas sorprendente.
El ambiente sofisticado y una mùsica de fondo tenue de efecto envolvente.
En un pequeño salòn al fondo decorado con un gusto exquisito, se reùne un grupo de Amas, Amos, fetichistas y sumisos que charlan animadamente. Unos vestidos con sus ropas de cuero, otros de un modo màs informal .
Algunos mostraban orgulloso sus marcas, aquellas dejadas por sus amos que constituyen todo un simbolo de su sumisiòn a su dueño.
Mientras tomamos nuestras copa la converzaciòn fluye animadamente, me cuentan historias, me narran encuentros y muestran orgullosos alguna fotos de sus obras.
Escucho divertida cada una de sus palabras y en ningùn momento me siento incòmoda ni intimidada por estar por primera vez en un bar de ambiente BDSM.
- Quieres conocer la mazmorra? pregunta mi amigo despuès de un rato
- Claro me encantaria ver donde se cuece todo. exclamè entusiasmada.
Bajamos por unas escaleras estrechas y nos encontramos en una curiosa estancia. Casi en penumbras, con luces rojas inscrustadas en la pared. Era una sala bien equipada, de aquellas que solo habia visto en fotos y videos. Escondidas de la vistas indiscretas y que pocas personas tienen acceso a visitar.
En la paredes colgaban latigos, fustas, palmatorias y diversos tipos de esposas de metal y otras de cuero. Una hermosa y enorme Cruz ocupaba una pared y un potro forrado en piel completaban la habitaciòn, presidida por un sillòn que hacia las veces de trono para los dominantes.
Es un mundo màgico sin dudas realmente atrayente.
Jugamos con algunos floggers y experimentè curiosa unas esposas.
Pasados unos minutos una escena insòlita comenzò a desarrollarse.
Una hermosa chica vestida de negro decendiò por las escaleras y se agachò en el centro de la sala, preparaba con gran cuidado unas cuerdas, las juntaba una a la otra colocàndolas sobre un pañuelo.
A solo unos pasos la observaba atentamente un hombre de mediana edad, copiosos cabellos negros y estatura baja.
Cuando la chica terminò de acomodar las cuerda, soltò sus cabellos para despuès despojarse de su pequeño vestido quedando solo con un escueto body que resaltaba sus curvas sinuosas . Se colocò de rodillas frente a èl en el suelo.
Una mùsica suave comenzò a sonar envolviendonos a todos en un ambiente electrizante.
Èl extendiò su mano y ella lentamente se levantò, la tomò rodeàndola suavemente con sus brazos y la colocò de espaldas, alcanzò un pedazo de cuerda para a continuaciòn atarla firmemente.
Primero el tronco.
La cuerda aprieta ligeramente sus pechos.
Mientras lo hacia, ella cerrò los ojos, pequeños gemidos salian de sus labios entreabiertos y la expresiòn de su rostro cambiò como si entrara en una especie de trance placentero.
Èl continuò rodeando su cuerpo con las cuerdas .
Su vientre, las nalgas, las piernas hasta finalmente llegar a los tobillos.
Ella continuaba gimiendo, entregada y quieta .
la alzo en vilo sujeta del techo por una enorme argolla de acero.
Una posiciòn de sirena perfecta y etèrea, en la que permaneciò unos minutos.
Los presentes contemplamos la belleza màgica del momento y senti que compartia su trance liberador.
Tras unos instantes su Amo se decide a desatarla poco a poco por cada extremo, la sujetaba con delicadeza para no dejarla caer, hasta posarla en el suelo.
Sentados los dos se abrazaron y compartieron un beso tierno.
La mùsica acabò en ese precioso momento como si fuera parte planificada del final del juego.
Las làgrimas saltaron de mis ojos convencida de haber presenciado un instante de amor verdadero.
Todos aplauden y felicitan a la pareja.
El resto de la noche transcurre en una animada tertulia y poco a poco los clientes comienzaron a retirarse.
Entrada la madrugada abandonè el local en compañia de mi siempre caballero Dom Artheos.
Ya en la calle mirè hacia atràs mientras me adentraba en la fria madrugada madrileña pensando convencida que no seria la ultima vez que iria a visitar La Pasteleria.
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